Charlas de Mamá Luna


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viernes, 25 de octubre de 2013

In memóriam

Reescribo, de nuevo, estas líneas. A veces es difícil enfrentarse a la realidad, mirar cara a cara a la verdad última, o casi última, de la muerte de un ser querido. Su imagen me sigue viniendo a la mente cuando oigo algo relacionado con la crianza y pienso: “Sonia hubiera dicho esto”, o “hubiera hecho aquello”, o cuando veo algo de lo mucho que me gusta en Pinto y en lo que ella tuvo mucho que ver. 

Han pasado cuatro meses ya. Ella me enseñó los recovecos de la lactancia, lo sencillo y a la vez complejo  de una experiencia que al principio a muchas nos parece casi imposible. Mostrándome lo falso de esta creencia me abrió la puerta a una forma de vivir la maternidad que intuía, pero que aún no había hecho realidad.

La veo dando el pecho a su hija Erika, enseñándome cómo la lactancia puede ser parte de un mundo cotidiano y maravilloso –a mí, para la que todo lo relacionado con niños era prácticamente extraterrestre-. La veo hablando de lo importante que es la confianza en una misma para el establecimiento de esta forma de vínculo. La veo un mes antes de su muerte, hablándonos de su día a día, de sus preocupaciones, cuando nadie podía imaginar lo que vendría después.

Cuando sucedió Jota, mi compañero y padre de mis hijos, dijo: “Qué pena todas las madres e hijos que no la conocerán”. Y es cierto. Sonia no sólo fue un hito esencial en mi forma de vivir la maternidad, sino que también lo fue para muchas otras familias. Junto a Sara fundó esta asociación, Mamá Luna, y se lanzó a difundir todo lo que había aprendido en su propia maternidad con el mismo ímpetu con el que habitualmente defendía su otra pasión, el medio ambiente. Se trataba de una persona enormemente transformadora que dejaba huella allá donde pasara, y que provocó un gran impacto sobre muchísimas personas a lo largo de su vida.

Sus logros en el área del medio ambiente han sido muchos, y ya se ha hablado de ellos en otros artículos. Pero su corazón estaba puesto, sobre todo, en su maternidad, en sus propias hijas y, quiero pensar, en Mamá Luna por extensión.

A sus hijas quiero decirles que recuerden siempre a su madre como una persona que las amó con locura, y que fue  intensa, transformadora, noble y excepcional. No te olvidamos, Sonia, no podemos, no queremos. Descansa en paz.

Lorena