Charlas de Mamá Luna


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miércoles, 7 de agosto de 2013

Para ti





Un mes, cuatro semanas, treinta días… y no se cuántas las veces que he pensado en escribir algo sobre ti.  Lo de ido dejando porque al final siempre caía en la trampa, esa en la que solemos caer todos, cuándo nuestro cerebro decide recordar solamente lo mejor de las personas que han muerto, y al final los escritos suelen sonar falsos, aunque realmente no lo sean.

Hoy me vuelvo a sentar para escribir, esta vez, dispuesta a terminar lo que he empezado, pero no me sale nada sobre ti, solamente me apetece escribirte, y eso, precisamente, es lo que voy a hacer.  El pasado 28 de junio algo mío se marchó contigo, todo lo que juntas habíamos proyectado y que descansaba en un cajón a la espera de su momento, eso se ha ido contigo, y quizás algunas cosas se terminen realizando, pero ya no será lo mismo.

El resto, lo vivido, lo hablado, lo compartido, lo aprendido… eso se queda conmigo y eso es lo que hace que sigas viva.

Todavía recuerdo la primera vez que te acercaste a mí, estabas embarazadísima y las primeras palabras que me dijiste fueron: Tú eres doula, ¿verdad?

Hemos crecido en el mismo pueblo, asistido al mismo colegio, hemos tenido amigos comunes, e incluso hemos vivido en la misma calle. Jamás habíamos cruzado una sola palabra hasta ese día. La maternidad nos unió.

Ese fue el inicio de nuestra relación, después Mama Luna , (nunca os agradeceré bastante a Sara y a ti la oportunidad de pertenecer a este proyecto) tres mujeres diferentes en sus bagajes, iguales en sus intereses y que, pese a sus distintas personalidades, necesitaban poco para entenderse. 

Después las conversaciones sobre crianza, las charlas, las pequeñas quedadas entre prisas (siempre las prisas) de madres con un montón de cosas que hacer, las pequeñas confidencias…Y una de las experiencias más extrañas que he tenido en mi vida, que no se cómo calificar y que me hizo sentir tu dolor, lloré tu dolor, entendí tu dolor… fue increíble. Ese momento fue fundamental en nuestra relación.

A partir de ese momento te convertiste en parte de “mi tribu” 

Y la última conversación, por teléfono, que comenzó por un tema práctico y que nos llevó a un resumen rápido de lo que teníamos pendiente y lo último que te dije: Ya me contarás,Sonia…Hasta ahí. 

Después el horror de leer tu muerte, de tener que comunicarla, el miedo de no haber estado a la altura, la impotencia, el llanto, la despedida…

Siempre contabas, que aunque finalmente no me llamaste después del nacimiento de tu peque, te tranquilizaba saber que podías hacerlo en cualquier momento… Pues a mí me pasaba eso, podíamos pasar tiempo sin hablarnos, pero sabía que estabas ahí y que podríamos hacerlo en cualquier momento, que podríamos vernos… Ahora no, ya no…

Te echo de menos.
Olga.