Por: Olga Rebato Aragón
El viernes pasado, con una semana
de retraso, encontré el momento para ver el primer programa, después enlacé con
el segundo que ponían en la tele.
Durante la semana intenté leer lo
menos posible sobre el tema para no condicionarme. Así es que allí estaba yo, delante de la
pantalla de mi ordenador, sin prejuicio alguno, expectante.
LO QUE VEO
Comienza el programa. Uno más de telerrealidad.
Veo madres y padres (cuándo los
hay) intentando controlar sentimientos.
Veo ilusión, amor, egoísmo, miedo, generosidad, inseguridad, esperanza,
deseo…
Veo familiares que esperan,
familiares preocupados…
Veo familias viviendo su momento,
que está condicionado por lo que han vivido antes y que condicionará lo que
vivirán después.
Y veo profesionales… (¿profesionales?)
que dicen que tienen el mejor de los trabajos, que es un lujo compartir esos
momentos con las mujeres, que no se ven haciendo otra cosa… Eso es lo que dicen….
LO QUE PIENSO
Pienso que estos profesionales,
lo son, pero solamente de una parte de su trabajo. Son profesionales de la intervención y no del
acompañamiento.
Pienso que muchos de ellos se sienten protagonista del momento,
poniéndose medallas cuándo todo sale bien y culpando a la madre cuándo sale
mal.
Pienso que algunos de estos
profesionales sufren de corporativismo cuándo acusan a las doulas de intrusismo
profesional porque dicen que ese papel
(el de acompañamiento) ya lo hacen ellos, cuándo este programa demuestra que
esto no es así…
Y pienso que es una pena que
estas mujeres vivan esa experiencia de parto tan pobre, cuándo no terrible, y
que tengan poquísimas oportunidades de experimentar lo que realmente se siente
cuando una madre se convierte en la protagonista de su propio parto.
LO QUE SIENTO
Siento la vulnerabilidad, el
desamparo, la soledad, el maltrato de esas madres en un momento tan importante
de sus vidas.
Siento la impersonalidad, cuando
los profesionales (esos profesionales porque yo he tenido la suerte de parir a
mi hija con la mejor de las matronas: una mujer respetuosa, cálida y amable) se
presentan sin ni tan siquiera mirar a la cara, sin tocar.
Siento la “infantilidad”, cuando
los profesionales desde la superioridad no dan alternativas sino que informan
(en el mejor de los casos) de lo que van a hacer.
Siento la cosificación, cuándo se
ríen de las mujeres (aunque sea a sus espaldas), cuándo las sacan de sus partos
para molestarlas con tonterías, cuándo las ningunean, cuando las aterrorizan
con sus comentarios sin ningún tipo de miramiento.
Siento impotencia cuándo veo que
esas mujeres no están acompañadas en su proceso, no están siendo tratadas como
una persona única con su particularidad, cuándo veo que no se siguen las
recomendaciones de la OMS ni de la Estrategia para la Atención del Parto Normal…
Siento pena, mucha pena porque
esto no debería ser así, porque aunque, se muestre cómo lo normal, no lo es y
porque si no muestran otros tipos de parto y de trato, mucha gente no tendrá
con lo que comparar y se quedará con esa imagen triste y oscura de uno de los
momentos de más luz en la vida de una mujer…
Y siento mucha rabia porque al
final, como siempre, el maltrato queda tapado por la alegría y la emoción del
inicio de la vida.
Bravo Olga.
ResponderEliminarEstoy pensando en plantear para la próxima junta el presentar una queja formal. L. Ya me encendió la bombillita... Y hacerlo a través de la asociación... ¿Cómo lo ves?
Por mi, estupendo.
EliminarBien dicho, querida.
ResponderEliminarBesos concordantes,
Lady Vaga.
Síiiiii:
ResponderEliminarhttp://blogelpartoesnuestro.com/2012/06/13/violencia-obstetrica-en-television-grabada-y-emitida-por-baby-boom/
¿Vamos por el siguiente paso?